≫ Luna nueva, más Dune que Juego de Tronos

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La Luna quiere matarte. Esa era la premisa con la que nos vendieron la novela de ciencia ficción de Luna nueva. Que no estabas a salvo en nuestro satélite. Asfixia. Descompresión. Hambre. Pobreza. Son muchas las formas de morir en la Luna. Es más, también nos dijeron que era como Juego de Tronos, por lo de las familias enfrentadas.

Los Cinco Dragones de Luna

Luna nueva, de Ian McDonald

Pero esto es Dune. La omnipresente paranoia y miedo al asesinato es algo que nos acompaña por toda la novela. Y los acuerdos no escritos sobre lo que se puede y no se puede hacer a la hora de matar recuerda mucho al Manual de los Asesinos que tanto temía Leto Atreides. Además, existe cierta admiración religiosa hacia este lugar muy similar al de Arrakis. ¿Por qué digo esto? Porque a mí Dune no me gustó demasiado y, sin embargo, toda la ambientación que ha hecho Ian McDonald me tiene fascinado.

La Luna es propiedad (sí, propiedad) de una corporación terrestre, la Luna Development Corporation, que trata a los lunarios/luneros/lunenses como clientes, no como ciudadanos. Anarcocapitalismo (todo es propiedad privada). Les cobra el aire, el agua, el carbono y los datos. Los cuatro elementos que te mantienen con vida. Si no puedes pagar, mueres. Y eres reciclado. Una idea similar a la contribución que se hacía en Pórtico respecto a la investigación científica. Pero hay un segundo nivel de poder, el que realmente importa que está marcado por los sectores económicos de la novela, monopolizados por alguna de las cinco empresas familiares que marcan la vida social en la Luna.

La Luna como negocio

Al igual que en la novela de Artemisa, a la Luna se va a hacer dinero. Salvo que aquí todo es más agresivo. La mayoría de los personajes pertenecen a la familia Corta, descendientes de brasileños que dominan el sector energético terrestre gracias a su explotación del Helio-3. Las demás familias les ven como advenedizos y una en concreto, los Mackenzie, les guardan una rivalidad asesina por haber sido al fundadora de Helio Corta una antigua empleada suya. Las demandas judiciales dieron paso a las guerras silenciosas, la que vemos en la novela.

El hilo conductor son estas rivalidades entre familias y corporaciones, que derivan en alianzas (matrimoniales, casi siempre) diversos acuerdos puntuales, sabotajes a pequeña escala… Un enfrentamiento que se rebaja al nivel de los empleados, con peleas que parecen sacadas de taberna o incluso una liga de balonmano lunar. Que haya sangre es lo esperado, y la encontraremos.

Todo se compra y se vende en la Luna

No existen leyes en Luna. Lo que rige aquí, aunque no se diga, es el anarcocapitalismo. Un asesinato exige una compensación económica. Todo es negociable. Todo se organiza mediante contratos. Bodas, divorcios, madres de alquiler… Por supuesto el sexo e incluso la custodia de los hijos. Absolutamente todo es un contrato. Forman parte inseparable de quienes viven en Luna y puede resultar asfixiante.

Demasiados personajes

El gran problema de esta novela es que los personajes están para contar la historia, y poco más. La necesidad de compartir protagonismo hace que se solapen unos a otros y aunque seamos capaces de identificarlos no podemos ver ningún arco evolutivo. Parecen quedarse estancados en donde estaban. Muchas escenas y muchos personajes que sirven para que el lector vaya conociendo el desarrollo de los acontecimientos. Tenemos ojos y oídos por toda la Luna. En esta intención de querer contarnos todo aparece un poco forzado mecanismos como la autobiografía o las cartas/email a la familia. Sí, nos da la información pero no termina de quedar bien.

El único personaje memorable es Lucasinho Corta, nieto de la fundadora. Es un joven de diecisiete años, vividor y aspira a ser una estrella de la farándula. Revistas del corazón y cotilleos varios. Obsesionado con el sexo y ser el centro de atención, lo que incluye convertirse en un correlunas, aquellos que han completado (y sobrevivido) la excéntrica carrera a través de la superficie lunar. ¡Desnudos! Temperaturas de 120 ºC. Vacío. Radiación. Es parte de la cultura de la clase alta de Luna este anhelo por ser extravagantes y sentirse vivos.

Una ambientación que hechiza

La ambientación de Luna nueva
Fuente: Haro Digital

Ahora llegamos a lo mejor de lo mejor y que le da una burrada de puntos a esta novela. La propia Luna. El gran mérito de esta novela son los escenarios. Esa superficie grisácea que podemos ver mirando al cielo se vuelve mucho más oscura y brillante bajo su superficie. El único lugar donde puedes estar a salvo. No siempre. Todo es una lucha. Esa es la idea para los habitantes de Luna. Respirar es una lucha. Comer. El deporte, el trabajo o incluso la ropa que llevas.

Es una sociedad plenamente marcada por la inmediatez. Vive siempre en movimiento porque estarse quieto significa morir o ser despedido. Ciencia ficción dura en su tecnología y en las implicaciones para los habitantes de Luna. Eso nos lleva a una ambientación que hipnotiza con el frenetismo de su ritmo de vida.

Cualquier día puedes morir, repentinamente y sin aviso. Otro ocupará tu lugar. La vida se vende barata. Hay una sensación contradictoria en ver a esta gente hacer las cosas tan deprisa, conscientes de que tienen poco tiempo, y a la vez darte cuenta de que viven con una intensidad que les hace acumular más experiencias de las que deberían tener debido a su edad. Es absorbente, y solo por eso le puedo perdonar que la línea argumental sea tan… simplona. La ambientación es lo mejor de la novela. Es la novela.

¿Recomiendo leer Luna nueva?

No se puede negar que me esperaba más, mucho más, de esta novela. Supongo que parte de mi frustración viene condicionada por eso que llaman HYPE. Siendo honesto, como novela no creo que vuelva a tocarla; sin embargo, como escritor es bastante más que probable que vuelva a hojear sus páginas en busca de algún detalle de worldbuilding que me haya llamado la atención y así utilizarlo. Si quieres darle una oportunidad, aquí te dejo un enlace a Lektu.

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