El alguacil, de Carlos Pérez Casas

Viajar a los escenarios de tu novela

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Nunca me oiréis criticar a la imaginación, una capacidad humana, exclusivamente humana, a la que admiro por encima de todo lo demás. Sin embargo, nunca hay que olvidar que cuando quieras presentar al lector el escenario en el que tendrá lugar la trama un escenario se vuelve más realista si es real. El escritor que haya visto, olido y sentido el escenario de su novela tendrá una ventaja sobre aquel que tenga que imaginarlo sentado en la silla frente a su ordenador.

Es más real de lo que había imaginado

Lacorvilla es el escenario principal de El alguacil
Lacorvilla es el escenario principal de El alguacil

Este realismo se me plantea más necesario si se trata de una novela histórica; aunque se tome las pertinentes licencias literarias para satisfacer las necesidades del autor todo será mucho más fidedigno y más rico si a la imaginación se le añaden los recuerdos del autor. Recuerdos de lugares reales. Los personajes de su novela visitarán los mismos lugares que él visitó.

El alguacil es el título de dicha novela. Mientras decidís si echarle un vistazo o no, os dejo con las impresiones que he obtenido de una exploración a pie de calle de los lugares en los que se devolverán personajes como el alguacil Jimeno, la alambiquera Arlena o Sancho el Negro.

El castillo de Yecra, o Yéquera, es otro de los escenarios de El alguacil
El castillo de Yecra, o Yéquera, es otro de los escenarios de El alguacil

Cuando me planteé la posibilidad de escribir una novela histórica ambientada en el Aragón medieval a las pocas páginas se me ocurrió que en lugar de elegir un pueblo al azar habría mayor riqueza en ambientarlo en mi propio pueblo.

Con este propósito en mente he aprovechado unos días libres para desplazarme hasta Lacorvilla, municipio de las Cinco Villas, Aragón. Mi segunda casa. Allí he tomado notas de todos los lugares en los que pensaba desarrollar una escena y he descubierto otros nuevos que merecían ser incluidos.

Olores y dolores

El alguacil, de Carlos Pérez Casas

Imagínate a unos campesinos trabajando un campo. No es lo mismo si el campo está en una pendiente y el agua de los últimos días ha provocado una zona embarrada que deben atravesar cada día para arar el campo. Se pierde más tiempo y hay más barro en sus calcetines. O el campo podría estar seco y polvoriento. O lejos del pueblo, allá en la distancia. Donde el olor a humo de las chimeneas de las casas impregna todo el aire. Eso es algo en lo que tal vez no habías pensado. Esa omnipresente sensación de que hay lugares más cálidos que esa plaza en la que piensas situar un juicio.

Si tu personaje debe llegar a una carbonera en el monte para conseguir fuego para el invierno podrás describir el dolor en los pies que ella siente si tú has caminado por esos mismo caminos y todas y cada una de las piedrecitas se te han clavado en las zapatillas. Exhalarán vaho al completar el ascenso. No podrán alimentarse de setas si las has visto congeladas. Y las ovejas pierden cierto encanto cuando lo cubren todo con sus diminutos y redondos excrementos. ¿A qué no habías pensado que se pisaba mierda de oveja a cada paso?

Imaginación y memoria

Con esta experiencia a mis espaldas considero necesario animar a todos los que quieren ser escritores profesionales, sean futuros o presentes, a que se planteen la posibilidad de dedicar algo de tiempo a estudiar los escenarios sobre el terreno. Tendrás los escenarios en tu memoria y podrás añadir o quitar detalles como tu creativa mente lo considere oportuno. La experiencia enriquecerá la ambientación de la novela y los lectores se beneficiarán de la mejora.

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